Meditar en el MoMA NY
New York is The prozac Nation. Y para combatir una situación así al Museo de Arte Moderno de Nueva York no se le ha ocurrido otra cosa que invitar a meditar a sus visitantes a primera hora de la mañana. “Quiet Mornings”, unir arte y meditación, un aliciente para uno de los grandes museos mundiales, que consiste en poder recorrer sus salas a las 07:00 AM para terminar meditando en uno de sus vestíbulos. Las mañanas tranquilas. En el corazón de Manhattan, el número 11 de la calle 53 Oeste (11 West 53th St), con dos accesos al público; uno sobre la calle 53 y otro sobre la 54.
El museo con tal iniciativa parece haberse adherido al famoso movimiento slow que significa “lento, tranquilo, despacio” y en la propia tarjeta verde que se reparte a la entrada se puede leer “Mirar lentamente, limpiar la cabeza, silenciar los teléfonos e inspirarse”. Y a disfrutar, desacelerando, con los nenúfares de Monet, las señoritas de Avignon, de Picasso, la noche estrellada de Vincent Van Gogh o incluso –y éste con más razón- meditando en la persistencia de la memoria de Dalí. Si no lo consigues, inténtalo con la danza, de Matisse. Magia, en una oportunidad íntima de ser más conscientes del arte.
Para oficializar la experiencia se realizó una prueba el pasado octubre, y el éxito fue rotundo. De hecho desde ahora el primer miércoles de cada mes, dos horas antes de que las puertas se abran para los miembros con acceso VIP y tres antes de que lo hagan para el público general, se da la oportunidad de visitar durante hora y media partes del museo pagando un precio reducido (12 dólares, en lugar de los 25 habituales, que además permiten regresar en horario normal) y si lo deseas, la última media hora se puede meditar en una sesión guiada en el lobby Agnes Gund, separado solo por una enorme cristalera del jardín de esculturas Abby Aldrich Rockefeller. Solo hay que madrugar.
MoMA: 3 millones de visitantes al año.
En la primera década del siglo XX era de locos en Estados Unidos decir en voz alta que se apoyaba a tendencias tan «incomprensibles» como el cubismo. El impresionismo había llegado un poco tarde desde Europa y finalizó casi abruptamente en 1913 con la irrupción del arte moderno a partir de la exposición Armory Show. Sin embargo las vanguardias de entonces despuntaban con estilos que pocos conocían, compartían y mucho menos difundían.
Mientras Europa se destruía con la Primera Guerra Mundial, los yankees se acortaban las faldas y Estados Unidos presagiaba la Gran Depresión, pero tres mecenas del arte (millonarios todos) decidieron apuntalar las nuevas formas del arte creando el Museo de Arte Moderno en la ciudad de Nueva York en 1929. La señorita Lillie P. Bliss (hija de Cornelius Bliss), Mary Quin Sullivan, y Abby Green Aldrich, esposa de John D. Rockefeller, Jr., fueron quienes encabezaron el proyecto que, después de diez años pasando por tres sedes temporales, levantaron el edificio original en el Midtown Manhattan. El MoMA abrió sus puertas en 1939.