El burdel | Romero y las “Vividoras del amor”
Una de las obras más representativas del realismo social de la pintura de Julio Romero de Torres, «Vividoras del amor«, se mostrara al público en la Casa de Colón de Gran Canaria durante los próximos cinco años tras más de una década sin apenas exhibirse, gracias a una cesión de sus propietarios. El cuadro fue adquirido en 1998 en Nueva York por la desaparecida Caja Insular de Ahorros de Las Palmas e incorporado luego al patrimonio de la Fundación La Caja de Canarias, y desde el pasado diciembre ya figura en la exposición permanente de sus Fondos de Arte. La cesión, según ha explicado a la prensa el presidente de la Fundación, se ha hecho para que «las obras estén a disposición de la ciudadanía«, lo que ha llevado a su fundación a buscar «un lugar adecuado para que fuese expuesto y, con ello, estudiado y admirado«, después de que durante años permaneciese en los despachos de los máximos ejecutivos en las islas de la entidad financiera, primero, y luego en Bankia.
La pintura, con un valor actual de tasación fijado en 390.000 euros, pertenece a la primera etapa de Julio Romero de Torres, la de su llamado realismo social, y representa la intimidad anodina de varias mujeres que trabajan en un burdel, alejadas de las connotaciones sensuales y festivas asociadas a un local de esas características. Un óleo sobre lienzo de 1906, de dimensiones 129,5 × 182,9 cm, presentado a la Exposición Nacional de aquel mismo año, y rechazado por el jurado como inmoral. Cuatro mujeres en un prostíbulo esperando la llegada de clientes fue demasiado para los más puristas, por más Romero que fuera.
La noticia es magnífica, y el cuadro histórico, pero hay que situarlo en el contexto y las circunstancias de la época. No es solo un lienzo, sino una historia de mujeres, de mujeres marginales y caídas, de censura, de provocación y de libertad. Posiblemente es muy duro analizar sus circunstancias, pero al mismo tiempo muy realista. Romero de Torres es hoy admirado como uno de los mejores artistas españoles de principios del XX, de universo peculiar y misterioso, pero fue un pintor en parte prohibido durante los años de la dictadura por la carga erótica que exhibía su obra. En realidad, sus desnudos no mostraban más centímetros de carne que los del Museo del Prado, pero en sus cuadros había algo de pecado sin arrepentimiento, del que no tiene miedo en decir su nombre, y donde sus protagonistas sufren fatales destinos.
“El Sátiro” 1906, Antonio Fillol.
“Vividoras del amor” fue presentado por el propio Julio Romero de Torres a la Exposición Nacional de 1906 y rechazado por inmoral junto con “El Sátiro” del valenciano Antonio Fillol, “Nana” del madrileño José Bermejo, y “Esperando” del sevillano Juan Hidalgo Linares. Las pinturas se rechazaron por “sucias” pero no se ocultaron, ni mucho menos, porque luego se exhibieron en un local situado en el número 12 de la madrileña calle de Alcalá con el reclamo de “rechazados por inmorales en la Exposición Nacional de Bellas Artes”. La Exposición Nacional coincidía en mayo con la boda del rey Alfonso XIII, y el atentado de la boda y las noticias de la exhibición casi se repartían al unísono en la prensa de esos días.
Si la decisión de rechazar los cuadros no hubiera sido tan polémica para la moral de ciertos sectores reaccionarios de la época, es probable que hoy no nos despertaran más interés y curiosidad que otros cuadros coetáneos, pero lo “escandaloso” adquiere con el tiempo una curiosidad añadida y una nueva dimensión histórica, incluso erigirse en pieza clave de un período por cuanto la obra censurada significa de oposición y brecha a un gusto o moral hegemónicos. La lista de proscritos es tan extensa en la historia del arte que se podría hacer un capítulo primordial en el arte moderno. Cuadros de escándalos, de rechazados o de salones de mal gusto.
En Alcalá 12 en realidad estaba el Centro Andaluz, y las “Vividoras” se mostraron del 15 al 22 de mayo de 1906 y al pintor cordobés le hicieron un banquete de homenaje en el restaurante de Madrid La Huerta.